21 (el Madrid confinado 5) Por las vegas y olivares del Tajuña y Laguna del Campillo – Parque Regional del Sureste (Perales de Tajuña y Arganda del Rey / Madrid)

– La Naturaleza: (el Madrid confinado 5) Por las vegas y olivares del Tajuña y Laguna del Campillo – Parque Regional del Sureste (Perales de Tajuña y Arganda del Rey / Madrid)
– La Comida: El Clan Xiang (Avda. de la Tolerancia, 7 – Arganda del Rey)
– La Música: Evgeny Pobozhiy

 

Bot´s intro

Como mis clases de guitarra eléctrica, análisis armónico, armonía e improvisación, presenciales y online, me exigen mucho tiempo a lo largo de la semana, necesitan mucha concentración, silencio y me obligan, generalmente, a estar en lugares cerrados, en cuanto surge la ocasión dejo mis clases de guitarra online y presenciales en Lavapiés y me zambullo en mi otra pasión: el senderismo.

Aunque eso sí, la música y la guitarra me siguen con los artistas que me acompañan por los caminos de España.

 

Más info:
https://profesordeguitarraelectrica.com

 

La Naturaleza

Una mañana de otoño, fría pero luminosa, salimos de Madrid por la A-3 camino de Perales de Tajuña.

Tomamos el desvío de la N-III para entrar en el pueblo. Lo cruzamos y dejamos el coche en el inicio del Camino de Valdelaosa.

Nuestra intención era seguirlo y llegar a Morata de Tajuña.

La noche anterior había llovido mucho y, aunque la senda está en buenas condiciones, rápidamente aparecieron el barro y los charcos.

Habiendo avanzado algunos kilómetros empezamos a sortear charcos cada vez más grandes, hasta que encontramos uno que no hubo manera… Si no era con una barca.

Esto nos obligó a cambiar el plan de ruta. Retrocedimos y subimos por el Camino de Bayona para internarnos en el olivar que cubre toda la falda del monte.

Sabíamos que esa senda nos cruzaría en algún momento con la Ruta del Bosque, como así fue.

Disfrutando de los olivos, los carrascos, el cielo inmenso y la tranquilidad del medio natural, llegamos al cruce con la Ruta del Bosque y descendimos hacia Perales por el Camino de la Fuente del Arca.

Al llegar al pueblo continuamos por la Vía Verde del Tajuña y anduvimos un poco más.

Volvimos al coche y nos encaminamos hacia Morata, donde pensábamos comer.

Pero la cantidad de gente era tan grande que nos fue imposible encontrar dónde, con lo que decidimos irnos a Arganda.

Tras vueltas y más vueltas por ese monstruo urbanístico encontramos el restaurante chino en el que finalmente comimos.

Tras la comida nos fuimos a tomar café a la salida de Arganda y allí hicimos un descubrimiento muy interesante.

Muy cerca de donde estábamos vimos que había una laguna bastante grande y que tenía una ruta a su alrededor.

Para allá que fuimos.

Es la Laguna del Campillo… Que no sabíamos ni que existía.

El acceso lo hicimos por un camino miserable que atraviesa un agujero de hormigón que salva la vía del Cercanías. Nada especialmente prometedor.

Pero al salir del agujero empiezan a aparecer cosas interesantes: una pista en buenas condiciones, paneles indicativos de árboles y fauna, bancos y puestos de observación de aves, etc. Es la Senda Botánica del Campillo.

En cuanto avanzas un poco empiezas a contemplar la laguna. Es una mancha de agua enorme (posiblemente la más grande junto a la de la Vega del Porcal) que forma parte del sistema de humedales del Jarama: Arganda, Rivas y Velilla de San Antonio ¡Un descubrimiento maravilloso!

La senda avanza con la laguna por un lado y el Jarama (que bajaba enorme) por el otro. Era la caída de la tarde y con el sol reflejándose en la laguna, el ruido del río, el cielo espectacular, las cigüeñas… muy bien podía uno pensar que se encontraba en otro sitio y no al lado de monstruosidades como Arganda o Rivas.

Ese es el poder curativo que tiene el medio natural.

Hicimos la ruta completa comenzando por su margen derecho, rebasando la Senda Botánica, y de regreso, en el otro lado de la laguna, disfrutamos de las “construcciones” y taludes que la piedra ha creado imitando acantilados: los Cortados del Piul.

En fin, una gozada absoluta. Volveremos.

 

La Comida

Lo que en un principio fue un recurso para llenar el estómago se convirtió en un grato descubrimiento.

Es un local luminoso, amplio y con una decoración más allá de los clichés de los restaurantes chinos, con vigas y columnas que imitan madera de las que cuelga falsa hiedra.

Lo atiende gente muy agradable y está volcado hacia la comida asiática más convencional: gastronomía china occidentalizada, ramen, algo de vietnamita y thai y sushi.

Tiene una buena relación calidad precio y una cocina que, sin ser espectacular ni quedar en el recuerdo, está un poco por encima de la media de estos establecimientos.

Tomamos unos rollitos vietnamitas, lo mejor, con un envoltorio que no habíamos probado hasta el momento, unos tallarines con verdura y gambas y un wok de verduras.

Comida sana, fácilmente digerible y que se disfruta.

Nada más y nada menos.

 

La Música

Este joven guitarrista ruso, siberiano, es asiduo de los clubes de jazz de la zona de Moscú.

Es un virtuoso instrumentista y excelente compositor con una marcada inclinación hacia lo que conocemos como “fusion”.

Trabaja con diferentes formaciones a su nombre y con sus propias composiciones.

Comenzó a estudiar guitarra clásica con 9 años y pasó a estudiar jazz en el Conservatorio Estatal de Rostov.

Allí conoció a Igor Butman (para muchos el músico de jazz más importante de Rusia) y pasó a formar parte de su quinteto y de la Orquesta de jazz de Moscú, que dirige el propio Butman.

En 2019 ganó el prestigioso premio internacional Herbie Hancock (antes Thelonius Monk) ante un jurado formado por John Scofield, Pat Metheny, Stanley Jordan y otros prestigiosos guitarristas.

Tiene un excelente control de la electrónica aplicada al instrumento.

En el vídeo interpreta una composición suya acompañado por Anton Chekurov (saxo), Nikolai Sidorenko (teclados), Sergey Korchagin (bajo) y Alexander Kulkov (batería).

 

¡GRACIAS POR ESTAR AHÍ!