– La Naturaleza: Cañón del Añisclo (ribera del río Bellós) – Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, Huesca / Aragón
– La Comida: Restaurante La Terrazeta (Calle Baja, s/n – Bielsa, Huesca)
– La Música: Teis Semey
Bot´s intro
Las clases de guitarra eléctrica, análisis armónico y armonía me ocupan todo el tiempo de la semana y, claro, quiero escapar y reencontrarme con la naturaleza.
La música y mi instrumento implican muchas horas de estudio y trabajo de ordenador, es algo que requiere concentración y es imprescindible estar metido en casa o en sitios cerrados.
Y por supuesto, en cuanto surge la ocasión aparco mis clases de armonía funcional en Lavapiés, la guitarra eléctrica y me sumerjo en mi otra pasión: el senderismo.
No obstante, la guitarra y la música siguen conmigo gracias a aquellos artistas que me acompañan en mis escapadas.
Más info:
https://profesordeguitarraelectrica.com
La Naturaleza
Con todas las rutas que subo me pasa lo mismo, ni texto ni foto alguna pueden hacer justicia a la belleza del lugar.
Pero en el caso de la de hoy se rebasan todos los limites.
A la salida de Escalona, dirección Bielsa, giramos hacia la izquierda por la carretera que lleva hacia Fanlo, la HU-631.
Unos kilómetros más adelante, en vez de continuar hacia Fanlo, nos internamos en el desfiladero que el rio Bellós ha esculpido a lo largo de cientos de miles… ¡millones de años seguramente!
Enormes paredes de piedra encajonan el coche en una carretera muy estrecha de una sola dirección.
Son kilómetros y kilómetros de una belleza que no se puede describir con palabras. Hay que verlo, es obligatorio.
Y por supuesto, hay que parar a hacer alguna foto.
Según nos acercamos a San Urbéz, donde está el aparcamiento de inicio de ruta, vemos que hay muchos coches en el lateral de la carretera y lo dejamos, intuyendo que el parking está a rebosar.
Y sin quererlo, tenemos la suerte de que aparcamos justo donde está el camino que lleva al inicio de la ruta.
Avanzamos hacia la ermita de San Urbéz, una ermita rupestre en la que suponen que, hace 1.300 años, vivió un ermitaño al que luego santificaron.
La rebasamos, iniciando la ruta.
Es un descenso suave en el que empiezan a aparecer hayas jóvenes y arbustos de boj, roble y acebo.
En un momento dado cambiamos de ribera del río por un puente y el camino empieza a subir y, aunque sigue siendo bastante cómodo, comienzan a aparecer algunos tramos en los que hay que hacer un poco de esfuerzo, pero por lo general es un tránsito muy agradable.
Las vistas son absolutamente espectaculares, es muy difícil describir tanta belleza.
Nos internamos en el hayedo que continuará hasta el final de la ruta.
Tenemos abajo el río Bellós que hace un ruido escandaloso y unas paredes verticales a los lados que en algunos casos es muy posible que alcancen los 800 metros de altura… ¡Impresionante!
Seguimos avanzando por el hayedo (que comparte espacio con el boj y los pinos), subiendo, y cuando el bosque se aclara podemos apreciar las paredes verticales.
El ruido del río tampoco nos abandona en ningún momento.
En una zona que se denomina Cumaz nos encontramos al mismo nivel del Bellós.
Es un claro absolutamente maravilloso con piedras aplanadas por el curso del agua y en el que puede uno sentarse a disfrutar de la vista de la roca, los colores y del ruido y el discurrir del agua.
Hemos visto dos fuentes en el camino, la segunda tiene un agua excelente y está justo después de Cumaz.
Seguimos ascendiendo, el bosque se espesa y la ruta empieza a complicarse, aparecen zonas más empinadas, y más largas, y aunque nunca es técnicamente difícil sí que hay que andar con mucho cuidado.
Hay muchas piedras sueltas y mucha piedra desgastada que resbala enormemente.
Llegamos a un lugar denominado Selva Plana en el que hay un mirador desde el que puede contemplarse, con una cierta perspectiva, la monstruosidad natural que tenemos delante.
A partir de aquí sí que entramos en la zona más complicada.
Las ascensiones, largas y empinadas, con piedras sueltas están por todos los lados, una subida detrás de otra y luego un tramo de senda cuesta arriba y vuelta empezar.
Así durante aproximadamente dos kilómetros.
Pasado este tramo dificultoso, alcanzamos una zona más plana en la que la senda se introduce en lo más profundo del hayedo.
Es un entorno absolutamente maravilloso, fantasmal, en el que se puede disfrutar de los contrastes de luz entre los árboles y los muy diversos tonos de verde.
Finalmente llegamos al cartel que indica el hayedo de la Ripareta.
Es un paraje, aunque mucho más arriba, parecido al de Cumaz: junto al río y con grandes piedras planas.
Paramos a comer y nos tumbamos en las piedras, a la sombra.
La senda continúa hasta el paraje de la Fuen Blanca, unos 10 kilómetros más allá.
Nosotros, tras reposar la comida, volvimos al coche por el mismo camino de ida.
Sin ser una ruta exigente yo no la calificaría de fácil, como aparece en algunos blogs.
Se necesita buen calzado y un cierto fondo físico para afrontar el último tramo.
Ideal para primavera y verano y me supongo que bastante complicada en invierno y temporada de lluvias.
La Comida
Para celebrar los muchos años que nos unen en esta aventura que es la vida, reservamos con antelación en La Terrazeta.
Un local, en Bielsa, con unas calificaciones gastronómicas de primer nivel, aunque ni demasiado grande ni nada ostentoso.
Tomamos el menú que ofrece el chef, la única posibilidad (no hay carta).
El menú abre con un aperitivo: croqueta de cabrito con menta, choco blanco, ají y mayonesa japonesa de azafrán del Sobrarbe, cereza de Bolea y tarta de langostino de Graus.
Después de esto ya nos podían traer cualquier cosa… ¡Madre mía!
Los primeros: canelón de pollo de corral de Los Monegros con virutas de foie y arroz Niral meloso de carrillera de jabalí y seta shiitake.
Los segundos: ternasco de Aragón relleno de ciruela roja asada con demi-glacé de chocolate y mole y solomillo de vaca con oporto y crema de orejones.
Y de postre terciopelo de queso con coco, yogur de oveja, té macha, lichi, helado de lima y albahaca y tarta de queso curado de oveja, tamarindo y sorbete de berries de Pineta.
Sí, ya sé que las descripciones se parecen a los manjares que pregonaba El Bulli y, aun no habiendo comido en El Bulli, he de deciros que muy pocas veces he disfrutado tanto de los sabores de una comida…
¡No tengo palabras!
La Música
Teis Semey es un joven guitarrista danés (29 años), de Aalborg, que practica una forma de jazz europeo realmente interesante.
Fusiona este estilo con elementos traídos del rock, la vanguardia, el funk y muchas cosas más.
Posee una sólida formación musical e instrumental adquirida en el Conservatorio de Amsterdam, con Reinier Baas, Jesse Van Ruller y Maarten van der Grinten.
Añadir a esto el año que pasó en Los Angeles, donde estudió con Bruce Forman y Vince Mendoza.
Con 21 años ganó el primer premio en el Prinses Christina Concours, uno de los concursos de jazz más prestigiosos de los Paises Bajos.
Tiene un estilo claro, seco y fluido que carece de casi cualquier artilugio electrónico.
Tanto su propio quinteto, y trío, como la New Rotterdam Jazz Orchestra en la que participa, muestran el nivel de calidad de la joven escena jazzística de Amsterdam.
Además de grabar con Giuseppe Campisi, Guy Salamon o Adán Mizrahi, tiene 3 discos a su propio nombre y varios singles.
En el vídeo aparece en trío junto a Jasper Høiby (contrabajo) y Sun Mi Hong (batería).
¡GRACIAS POR ESTAR AHÍ!